El Teatro Arriaga acoge esta semana el estreno de un montaje muy especial que pone en primer plano una vez más la función del teatro como un bien social, una herramienta que llame a la reflexión y contribuya a la mejora de la sociedad y del mundo en el que vivimos. Este jueves 2 de marzo, a las 19:30 horas, se estrena Las que fueron silencio, de Alberto Iglesias, una obra que recuerda a las mujeres que fueron apresadas, represaliadas y encarceladas durante la Guerra Civil y en los primeros años del franquismo. El sábado 4 y el domingo 5 habrá otras dos funciones de este montaje, que tendrán lugar media hora antes, a las 19:00, en el horario habitual de los fines de semana. Cabe señalar que el viernes día 3 no hay función porque el Arriaga acoge el concierto inaugural del festival Musika-Música.
El equipo que lleva a cabo este proyecto es de primer nivel. Al ya citado autor Alberto Iglesias, hay que añadir la dirección de Javier Hernández-Simón. El bilbaíno dejó un estupendo sabor de boca recientemente en el Arriaga cuando vino con Los santos inocentes, obra que él también dirige. Ahora, Hernández-Simón dirige Las que fueron silencio, una obra que pretende ser un homenaje no sólo a aquellas mujeres a las que se les intento arrebatar la libertad y la dignidad, sino también a todas aquellas personas que tuvieron que vivir en silencio durante toda su vida. Este montaje reivindica por tanto que el teatro sea la voz de todas aquellas personas, para que sus nombres no se borren en la historia. Teatro como acto de memoria, para recordar quienes somos y de dónde venimos, y en el mejor de los casos, para no volver a cometer los errores del pasado.
Para ello, la obra cuenta con un estupendo elenco de intérpretes con marcado acento femenino, compuesto por Itxaso Gil, Irene Bau, Lucía Lasarte, Vene Herrero, Itxaso González, Nagore Navarro, Gabriel Ocina y Unai Izquierdo.
Las que fueron silencio es una obra que mira a la historia con ojos críticos pero lo hace con espíritu constructivo. Su objetivo no es reabrir viejas heridas, sino más bien lo contrario, busca ayudar a esclarecer el pasado, guardarlo en nuestra memoria y así poder seguir hacia adelante como la sociedad mayor de edad que pretendemos ser. Los hechos narrados en esta obra no ocurrieron a miles de kilómetros, sino en lugares cuyas calles pisamos a diario sin saber lo que ocurrió en ellas no hace tanto tiempo. Por eso, esta obra ofrece la oportunidad a la palabra para abrirse paso, levantar el telón y destapar las heridas para que el aire acabe de curarlas y así evitar que se pudra la carne de la historia. En definitiva, hablar, repetir lo dicho, hasta que cale, hasta que los huesos lo entiendan. Esa es la tarea de Las que fueron silencio. Sabiendo que entonces, y solo entonces, podremos respirar con libertad.