La compañía Marie de Jongh vuelve al Teatro Arriaga y lo hace con nuevo trabajo, escrito y dirigido por Jokin Oregi. Se trata de Ama, la terrible belleza, una obra que mantiene la seña de identidad de la compañía, es decir, renuncia a la utilización de la palabra. Sin embargo, este trabajo supone una novedad importante en el planteamiento del grupo puesto que esta vez se dirige a un público adulto (a partir de 12 años) y no a público infantil como ha hecho habitualmente Marie de Jongh.
Ana Martínez, Javier Renobales, Anduriña Zurutuza, Jokin Oregi, Maitane Sarralde, Joseba Uribarri y Amets Ibarra interpretan Ama, una obra que refleja sobre el escenario la fortaleza de unas personas frágiles y asustadas. Es un canto a la belleza épica del cuidado mutuo. Del cuidado de nuestros ancianos padres, esos que van muriendo poco a poco, llevándose con ellos parte de nuestra propia vida.
Ama es una obra de emociones fuertes rescatadas de lo cotidiano, donde se entremezcla lo prosaico con lo fantástico, lo mágico con el recuerdo, el arte y la risa, lo absurdo y lo trágico.
Ama es una historia de super-anti-héroes de lo cotidiano. Hay que asumir lo “terrible”, la cruda realidad a la que te tienes que enfrentar si aspiras a no volverte loco. Descubrimos belleza en lo terrible, y si hay belleza, hay esperanza de felicidad.
Un aspecto a destacar en este proyecto es que la compañía ha decidido emplear la máscara-cero, máscara que va más allá de la neutra, o más acá, según se mire, ya que carece de cualquier rasgo que la humanice. Su utilización abre todo un universo poético que se plasma en la forma y el contenido del proyecto. En cierto modo, esa máscara sitúa a los personajes al borde del abismo, al borde de la “deshumanización”, algo atractivo puesto que, en cierta manera, todos vivimos en esa delgada y frágil frontera. Así, caminamos durante todo el espectáculo sobre esta delgada línea, siendo a veces difícil discernir en qué lado de la frontera estamos.
Sinopsis
Mario vive en un loft, reconvertido en vivienda y estudio artístico al mismo tiempo. Su especialidad es la pintura, oficio que ha heredado de su padre. Hace un tiempo que su vida ha sucumbido a la tozuda realidad. Sus padres, de avanzada edad, requieren de sus cuidados, así como su joven hija. Mario se afana en cuidarlos, aunque la tarea se le antoja muy complicada. Mario nunca ha aprendido a cuidar de nadie.
Mario se enfrenta a un viaje iniciático hacia el seno del hogar, rodeado de pasado, y con un futuro incierto.
Fotos © Pio Ortiz de Pinedo